Durante siglos y aún en nuestros días, siempre hemos puesto alto interés en la estimación y retribución de nuestras inversiones. De esta forma, hemos establecido parámetros de valor en términos de dinero, recursos y tiempo, principalmente. Recientemente, también lo hemos hecho en términos de talento, conocimiento y tecnología.
Sin embargo, hay algo mucho más valioso e importante que casi nadie contempla ni toma en cuenta. Algo que pudiera ser el tesoro más precioso que tenemos y podemos invertir, no solo en el trabajo o en los negocios, sino también en nuestra vida diaria. ¿ya imaginas cuál es?
Ahora mismo, seguro te preguntas qué “algo” es ese que no estás observando y, que por tanto, no tienes bajo control. No me sorprende en verdad. Por años solo una de cada diez personas, entre empresarios y directivos, me ha respondido con claridad al respecto y pasa que la respuesta no está en la economía ni en las finanzas… está en la ciencia.
Así es. Albert Einstein demostró en 1915 que en todo lo que existe, en cada cuerpo, cada molécula, cada átomo…hay energía involucrada. En su famosa ecuación de la relatividad, Einstein igualaba a la energía con la masa, es decir, con la materia y la multiplicaba por el cuadrado de la velocidad luz, o sea, el movimiento.
Por tanto, empleando el sentido común si nosotros mismos, directivos y dirigidos, también somos materia, en cada movimiento nuestro, en cada pensamiento, en cada sentimiento, en cada decisión, en cada acción nuestra hay implícita mucha energía y ello es lo que determina el universo contenido en nuestros negocios y su velocidad.
De hecho, la energía contenida en nosotros es lo que nos hace sentir el poder y las fuerzas necesarias para alcanzar las metas más acariciadas de nuestra mente. Cualquier resultado esperado supone un estado futuro y diferente al presente y ello, supone también un movimiento, un cambio de estado, en nosotros y en otros… exige un alto gasto de energía.
Entonces, aquí van tres preguntas que debes empezar a formularte:
- ¿cómo estas empleando tu energía?, muy importante considerando que ésta se degrada una vez usada y no se puede reutilizar, es decir rentabilizar.
Las otras dos:
- ¿cuál es tu fuente de energización? o sea de qué manera(s) la obtienes y
- ¿dónde la estás invirtiendo?
El dinero, los recursos, el talento, el conocimiento, la tecnología y aún, en cierta medida, el tiempo los puedes recuperar a diferencia de la energía. Por esta razón, tienes que aprender a multiplicarla y elevarla al cuadrado en toda medida posible. De ello depende el logro de tus objetivos.
Van tres de las mejores y más efectivas prácticas que he podido observar y compartir con innumerables líderes en mi carrera consultiva:
- Rodéate de los mejores e invierte en ellos. Así te aseguras que el talento abunde en tu compañía y puedas DELEGAR con más acierto.
- Descansa bien, tómate más pausas de meditación. Así te brindas poderosos espacios mentales para PLANEAR con más visión.
- Lee e investiga más para aprender de los demás. Así te generas nuevas ideas y creativas estrategias para DIRIGIR con más innovación.
Por último, nútrete y cuídate íntegramente. Así como una buena alimentación eleva tu calidad de vida, nutrir adecuadamente tu mente de buenos pensamientos e ideas, te darán toda la fuerza corporal y mental que precisas para controlar y rentabilizar tus niveles de energía.
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